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Lucía Sol Miguel, La Nación

“Me está matando”.

No son libres para trabajar ni estudiar: una joven cuenta cómo es la vida de las mujeres afganas


La vuelta de los talibanes derivó en un retroceso de los derechos para las mujeres; los últimos anuncios


“Ese horrible día... todavía no puedo creerlo, sigo en shock. Ojalá ese día hubiese sido solo una pesadilla que termina al despertar”.


Aquella noche en Kabul, Muzhgan Alemi, una estudiante de quinto año de Medicina, repasaba en su casa sus apuntes de Ortopedia y Traumatología en la víspera de su último examen del semestre. Desde pequeña soñaba con convertirse en médica para poder ayudar a su país. “A mi gente, que se enfrentó a muchas dificultades”, puntualizó. De fondo, la televisión transmitía un canal de noticias. Poco sabía que ese martes un anuncio repentino del gobierno de facto arruinaría por completo su futuro.


“Se les informa a todos que apliquen inmediatamente la orden mencionada de suspender la educación de las mujeres hasta nuevo aviso”, sentenció una voz en el televisor. Esas líneas formaban parte de un comunicado enviado a todas las universidades públicas y privadas, firmado por el ministro de Educación Superior de Afganistán, que ocho meses antes había prohibido a las mujeres afganas el acceso a la educación secundaria.

La última foto que se tomó Alemi con sus compañeros antes de que los talibanes aplicaran la prohibición de estudiar en las universidades [Cortesía]

“No puedo explicar la tristeza que sentí entonces. Todos mis deseos, todos mis sueños, se acabaron desde ese minuto”, relató a LA NACION esta joven de 25 años, oriunda de la provincia de Gazni.


Su primera reacción fue corroborar la noticia con sus compañeras. “Todas me dijeron que era cierto. A la mañana siguiente fui igual a dar mi examen a la universidad. Esperaba que nos dejaran darlo, el último examen. Pero no me dejaron entrar”, detalló.


Ya pasó poco más de un mes desde aquel 20 de diciembre de 2022 en el que el gobierno de los talibanes erradicó el acceso a la educación universitaria para todas las mujeres afganas. Hoy, todas ellas viven inmersas en un futuro incierto y sin alternativas.


“Quiero terminar mis estudios y convertirme en médica, pero no se cómo. Parece que mi sueño quedará incompleto. Ya no tengo esperanzas”, lamentó Alemi. “Por desgracia, no tengo ni idea de mi futuro. No sólo yo, sino todas las niñas del país, no sabemos qué pasará. Todo lo que oímos hoy en día es ´no hay estudios para las niñas´ y eso me está matando por dentro”.

La joven estudiaba medicina en la Universidad de Kabul [Cortesía]

El responsable de la cartera de Educación, Nida Mohammad Nadim, respaldó su decisión en una entrevista diciendo que era necesaria para evitar que se mezclaran ambos sexos en las universidades y porque cree que algunas asignaturas que se impartían violaban los principios del Islam.


Pero la ley está lejos de sustentarse en principios religiosos. “El mundo debe rechazar, como han hecho los afganos, que se trate de cultura o religión. En la historia de Afganistán, sólo los talibanes han promulgado políticas que prohíben la educación de las niñas. En ningún país de mayoría musulmana, en ningún lugar del mundo, se niega la educación a las niñas”, argumentó la Representante Especial de los Estados Unidos para las Mujeres, Niñas y Derechos Humanos Afganos Rina Amiri.


Si bien no hay cifras oficiales disponibles sobre la cantidad de mujeres inscriptas en la universidad, Unesco calcula que en el 2018 de los 380.000 estudiantes matriculados en educación superior, 90.000 eran mujeres, un progreso sustancial comparado con las 5000 alumnas en 2001. Para 2020, las estimaciones sugieren que esa cifra creció a 110.000.


Se suman a estas cifras cerca de 1,1 millones de niñas a partir de los 12 años a las que se les negó el derecho a la educación secundaria el 23 de marzo de 2022. Incluso antes de que se instalara el gobierno de facto, 4,2 millones de niños carecían de acceso a la educación. El 60% eran mujeres, según Unicef.

Alemi soñaba con ser médica para ayudar a su país [Cortesía]

En un país en el que 25 de los 40,1 millones de habitantes ya viven por debajo del umbral de la pobreza, el 97% está al borde la pobreza y más de la mitad depende de la ayuda humanitaria para subsistir, privar a las niñas de educación secundaria se tradujo en una pérdida de al menos 500 millones de dólares para la economía afgana en los últimos meses.


Desde que Kabul cayó en manos de los talibanes en agosto de 2021, las mujeres han sido víctimas de una batería de medidas que provocaron un retroceso atroz en todos los derechos y libertades adquiridas durante las últimas dos décadas. Además de educación, han sido expulsadas de casi todos los espacios de la vida pública. No pueden trabajar en el sector público, caminar libremente -necesitan el acompañamiento de un hombre del círculo familiar o mahram-, visitar parques e incluso circular en taxi.

Mujeres y maestras se manifiestan en una escuela privada para exigir sus derechos [La Nación]

“Está muy claro que lo que hemos visto en términos de derechos básicos para las mujeres y las niñas es un enorme paso atrás”, declaró Farhan Haq, vocero adjunto del Secretario General de la ONU que se encuentra en Afganistán actualmente en reuniones con los talibanes. ”No basta con dar un par de pasos adelante”, añadió.


Zaman Sultani, representante de Amnistía Internacional en Afganistán, describió la situación de las mujeres afganas como “desesperanzadora”. “A pesar de que quieras asistir o de que tengas ganas de ir a la universidad, no se te permite, y es lamentable”, dijo a LA NACION.


Casi la mitad de la población de Afganistán está compuesta por mujeres, por lo que estas medidas tienen un impacto negativo altísimo para el país, de acuerdo a Abdul Aziz Mohibbi exrector de la Universidad de Bamyan, que tuvo que exiliarse a Irlanda tras la llegada de los talibanes. Más allá de las consecuencias económicas, “si las mujeres son analfabetas, será muy difícil que sus hijos logren acceder a la educación”, dice, lo que supone un problema para las generaciones futuras.


“La presión psicológica que sufren las mujeres es también muy alta”, añadió Aziz Mohibbi. El proyecto de monitoreo Afghan Witness del Center of Information Resilience registró que las afganas han sufrido un deterior de su salud mental y sentimientos de desesperanza.


Entre las últimas leyes aplicadas por las autoridades, se encuentra la prohibición de que las mujeres trabajen en ONGs - aunque los talibanes dieron tregua a unas pocas organizaciones humanitarias-, una medida que fue ampliamente condenada por la comunidad internacional.


Farhat Hazrati, de 23 años, trabajaba hasta hace poco menos de un mes en Islamic Relief Worldwide, una agencia humanitaria con sede en Afganistán. Consiguió el puesto después de la caída de Kabul, lo que significó para ella “un soplo de aire fresco y un renacimiento de la esperanza”, porque “había estado sufriendo una salud mental realmente mala desde la llegada de los talibanes”, confesó a LA NACION.


“[Cuando] empezaba a creer que mi vida por fin estaba tomando forma y que estaba contenta de vivir en Afganistán, la restricción impuesta a las mujeres que trabajan en organizaciones me ha devuelto al punto de partida, y espero sinceramente que pronto se elimine”, clamó.


Alternativas

A Negil Jamal solo le quedaba un mes para recibirse de la Universidad de Medicina de Kabul. Ahora, intenta continuar estudiando a través de grupos de Whatsapp en los que médicos voluntarios dictan clases, mientras busca becas en el extranjero. Pero ninguna de las dos tareas es fácil. El principal obstáculo es la conexión a internet, que en Afganistán es inestable.


“La mayoría de mis amigos y subalternos no pueden asistir a las clases. Todo el mundo sufre depresión en Afganistán”, lamentó en diálogo con LA NACION.


Además, estudiar de forma clandestina implica un riesgo. Residentes de la capital informaron en febrero del año pasado que los talibanes han estado llevando a cabo amplios registros domiciliarios. Y si bien los chequeos repentinos de los celulares en la vía pública cesaron, según Aziz Mohibbi, a los hombres no se les permite llevar los dispositivos a la universidad para evitar que graben las lecciones.

Tanto Jamal como Hazrati, que buscan alternativas en el exterior, enfrentan otra barrera: el viaje hasta al aeropuerto. “Es muy difícil hoy en día para las niñas, no podemos ir sin un mahram”, indicó Hazrati.


No menor, deberían contar con los documentos académicos y de viaje necesarios. El medio Rukhshana media reportó recientemente que la administración de los talibanes no siempre expide este tipo de documentación a las mujeres y la distribución de pasaportes no funciona correctamente.

No obstante, las escuelas en línea y muchas otras clandestinas dentro del país persisten, y se han transformado en la única alternativa, mientras universidades alrededor del mundo lanzaron diversos programas de becas para darles una oportunidad a las afganas.


“Nuestra primera prioridad es intentar apoyar a las candidatas. Ahora, con los impedimentos para viajar dentro del país, la escaza flexibilidad y los problemas de internet, pueden iniciar sesión cuando quieran y ver el material grabado”, comentó a LA NACION Kelly Franklin, directiva de Sustainable Smile, un proyecto que imparte educación para la sustentabilidad a estudiantes afganos. Franklin explicó que en muchos casos ofrecen a los alumnos la posibilidad de adquirir rápidamente una visa estudiantil en Tailandia -donde tienen una de sus sedes-.


Protestas

Tras la prohibición de la educación superior, tanto hombres como mujeres se han manifestado en varias provincias contra la medida, a diferencia de años anteriores en los que solo las mujeres se visibilizaban exigiendo sus derechos. En las redes sociales circularon videos de alumnos y profesores cuestionando a viva voz la decisión de los talibanes en las puertas de las universidades. No obstante, la brutalidad del régimen para reprimir generó que muchas mujeres optaran por protestas puertas adentro.


“Como consecuencia de la violencia de los talibanes y de las detenciones de manifestantes, las protestas se celebran sobre todo en espacios cerrados, casi a diario; se trata de una tendencia que llevamos observando desde los primeros días del regreso de los talibanes”, profundizó con LA NACION Humaira Rahbin, analista de Afghan Witness.


“Los manifestantes suelen grabarse a sí mismos con el rostro cubierto, sosteniendo pancartas y condenando la prohibición de la educación de niñas y mujeres, y luego comparten estos videos en las redes sociales”, agregó Rahbin.


El martes, en el día Internacional de la Educación, se difundieron videos de grupos de mujeres protestando en las calles y desde el interior de sus hogares.


“Cerraron nuestras escuelas. Todos se quedaron callados. Cerraron nuestras universidades. Todos se quedaron callados. Ahora vienen contra nuestros cursos privados también. ¿Deberíamos suicidarnos y simplemente matarnos? Muerte a los talibanes”, reclama un joven, conmovida.

 

(c) 2023, La Nación

https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/me-esta-matando-no-son-libres-para-trabajar-ni-estudiar-una-joven-cuenta-como-es-la-vida-de-las-nid26012023/

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